Y es que hacernos con las últimas tendencias, lo más baratas posibles y en coherencia con la realidad que nos rodea en nuestro planeta, puede ser un equilibrio difícil de alcanzar y aunque poco a poco somos más conscientes y tenemos más información de la procedencia de lo que nos ponemos, esa decisión sigue siendo mayoritariamente condicionada por los mismos factores: «Comprar mucha variedad a bajo coste».
Menos mal que esto está cambiando y se empieza a apostar de manera más inteligente preocupándonos por el origen, la calidad, el diseño y exclusividad de la prenda, es la tendencia al cambio.
La moda Slow Fashion conocida como “Moda consciente” invita a reflexionar sobre la visión actual de la industria de la moda, para alejarnos de esta rueda de adquirir, acumular y tirar, apostando por algo más sostenible y sensato sin perder la ilusión de seguir comprando tendencias para vernos guapas.
Las marcas emergentes que apuestan por este tipo de producción lenta, realizamos una labor a contracorriente de las grandes del Fast Fashion en su afán de entregar al usuario la prenda en el menor tiempo posible, todo gracias a la sobreproducción a bajo coste que delegan en países con mano de obra barata.
El proceso Slow Fashion permite recrearse en el diseño, la confección y la entrega de un producto cargado de emociones, convirtiéndolo en prendas con un significado de autenticidad.
Como consecuencia, cada vez hay más demanda de productos de marcas emergentes que apostamos por la coherencia de una producción Slow Fashion, donde se cuida al detalle el diseño y la confección de colecciones muy limitadas, dando sentido al concepto de “Moda Consciente” que cada vez escuchamos más, pero sin quitarle el protagonismo a la mujer, a su imagen y a sus ganas de seguir encontrando prendas con las que sentirse identificadas.
